A quien corresponda
- camilo castellanos

- 18 nov
- 4 Min. de lectura
Esto no es una carta. Es un inventario de lo que queda después de la caída.
Me quedé con la confusión, dudando de mi propia valía, mientras me acomodo en esta nueva soledad. Llegando al límite de la desolación, intento regresar a mí.
Cómo duele tu repentina, abrupta e irresponsable partida. Mi cuerpo tiembla ante el inevitable abismo mientras siento tu mano soltar la mía. La piel me duele, siento que se quiebra en pedazos como cortadas que me resquebrajan en trozos. Mi confusión crece mientras me dejas caer.
La caída
A medida que caigo por ese abismo, te miro alejarte. Tus palabras frías e incoherentes, relatadas en justificaciones que me rompen cada vez más en pequeños trozos. Y crece mi confusión: ¿por qué soltaste mi mano? ¿Qué hice para merecer tu desamor?
Mientras caigo, pido a Dios me permita encontrar todas mis partes para reconstruirme nuevamente. Que el golpe no me destruya como tú me has destruido en este instante.
Quizás mañana brille el sol. Quizás mi llanto quede atrás. Quizás sea mentira esto que estoy viviendo y simplemente volaré para no sufrir el golpe de esta caída.
Pero vuelvo a este instante y recuerdo que todo esto solo pasa en mi mente. Nada de esto que pienso es la realidad. Simplemente te sigo mirando, cada vez más lejos, observando mi caída sin hacer nada, sin cuidar lo que fuimos, lo que construimos.
¿Qué te pasó? ¿Quién eres?
El cristal roto
Veo mi vida contigo pasar mientras voy cayendo. Me reconfortan los buenos momentos, pero entre cada buen momento vivido contigo algo se va rompiendo como un cristal. Al mirar cómo contemplas mi caída como si fuera premeditado, como si no valiera nada, mi corazón se marchita. Ya no late. Duele.
Tengo miedo. Miedo de caer, de no volver a creer. Y dudo: ¿está mal querer construir mi familia? ¿Está mal amar? ¿Está mal ser?
¿Está mal?
La reconstrucción que me preparó para ti
Durante años con mis adicciones alejé personas. Parejas me dejaban porque no soportaban la vida que llevaba. Y hoy los entiendo. Cambié. Mejoré. Construí valores que no tenía. Crecí y aprendí a amarme.
Hasta que un día, tras mucho proceso, llegaste tú.
Ilusionado, agradecido con la vida porque me puso a alguien hermoso en mi camino. Nos prometimos amor. Nos prometimos amarnos hasta viejitos, era nuestro lema. Pero qué iba a saber que ibas a ser tú quien me iba a destruir.
Destruiste sueños. El amor. Años de construcción. Esperanza. Ilusiones. Familia. Todo lo tiraste al vacío y, junto con todo ello, me tiraste a mí.
La verdad que no quería ver
Siento que no merecía que esto fuera así. No de esta manera. Mi amor es sincero, honesto, puro, desinteresado. Pero tu ego, tu orgullo, tu hedonismo no te dejaron ver lo que yo te daba. Empezaste a desaparecer poco a poco, distrayéndote, buscando fuera todo aquello que yo podía darte. Porque tengo todo para darte, pero no lo valoraste.
Mientras te observo cada vez más lejos, más difuso, me doy cuenta de tu orgullo. Me empezaste a mostrar tu verdadero rostro. Y duele más. Pensé que darme cuenta de esa faceta me iba a hacer sentir mejor, pero fue peor. Porque me engañaste. Porque tu atención nunca estuvo en nuestra familia, sino en ti.
Tu egoísmo fue la daga que se clavó en mi pecho. La estocada final que me llevó a la destrucción. Y aunque te amo con todas mis fuerzas, me demostraste que lo tuyo no era amor, sino necesidad.
La verdad desnuda
Me necesitabas para sentirte seguro, querido, atendido, deseado. Para exhibir una fachada en la que nunca creíste. Y ahora que ya no te sirvo, me lanzas al vacío intentando con ese acto desaparecer toda prueba que afecte tu imagen.
Entonces te muestras al mundo como víctima de una relación que sentías que era tortuosa, irremediable, sin vida. Y todo tu mundo sabía de esto menos yo. No tuve derecho a defender nuestro amor. No tuve derecho a la angustia que me generó ver cómo ni siquiera te esforzaste en luchar por lo que era sagrado para nosotros, por este amor.
No. Simplemente escapaste para gozar de la lujuria y el elixir de lo mundano. Elegiste lo fácil, lo inmediato, lo frívolo. Y con tu mirada pude darme cuenta lo que significo para ti.
La revelación en la caída
Y aunque no quiero estar sin ti, cada pedazo de mí que va cayendo me dice que es mejor estar sin ti.
¿Qué me hace pensar que si no me valoraste teniéndome completo, me vas a valorar ahora en mil pedazos?
Y si me valoras ahora, cayendo roto en pedazos, entonces tu ego ha hablado y la verdad ha salido a la luz. Y no te merezco.
Yo te elegí entre tanta gente. Te elegí a pesar de todo. Te acepté con tu sombra y tu luz. Acepté todo de ti. Pero no fue suficiente.
Aquí hace alusión esa frase que dice: "de amor no se vive". Pero soy un eterno enamorado del amor. Me han destruido antes y sigo amando porque el amor es para mí la fuente inagotable de vida, de humildad, de entrega.
Pero no fue suficiente.
Y mientras más cerca del suelo estoy, más claro veo que esta caída no es el final.
Es la reconstrucción.
A quien corresponda: esto no es sobre ti. Es sobre mí reconstruyéndome después de ti.
Y esta vez, no voy a soltar mi propia mano.
Camilo Castellanos.




.jpg)
Comentarios